¿Cuántas veces has oído a alguien decir: «¡Los pisos nunca bajan!»? Esta frase se ha repetido hasta la saciedad en el mercado inmobiliario español, y aunque en ciertos momentos ha tenido algo de verdad, lo cierto es que la historia reciente demuestra que los precios de los pisos sí pueden bajar, y bastante. Vamos a hacer un recorrido desde la entrada en vigor del euro hasta la actualidad para ver cómo ha evolucionado realmente el mercado inmobiliario español y si esta afirmación sigue siendo válida.

¿De dónde viene esta frase?

«Los pisos nunca bajan» se popularizó en la década de los 90 y principios de los 2000, cuando la compra de una vivienda parecía la inversión más segura del mundo. Era una época en la que los precios subían de manera constante, y cualquiera que comprara un piso veía cómo su valor se incrementaba sin cesar. Los bancos facilitaban créditos con hipotecas a tipos muy atractivos, y parecía que el sueño de ser propietario de un inmueble era accesible para casi cualquier bolsillo.

En 2002, la llegada del euro dio aún más impulso a este fenómeno. La convergencia de los tipos de interés en Europa hizo que los préstamos hipotecarios fueran más baratos que nunca, lo que animó a muchas familias a lanzarse a comprar vivienda. Pero, ¿qué pasó después?

La explosión de la burbuja inmobiliaria

El mercado inmobiliario español vivió una auténtica fiebre por la compra de pisos hasta 2008, año en el que la burbuja inmobiliaria estalló de manera dramática. Los precios, que parecían no tener techo, comenzaron a desplomarse. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2007 y 2013 el precio medio de la vivienda cayó en más de un 30%. En algunas zonas, como la costa mediterránea y las Islas Baleares, la bajada fue aún más pronunciada, con caídas superiores al 50%.

Ejemplo de impacto local: En localidades turísticas como Benidorm o Marbella, donde el mercado de segunda residencia es muy fuerte, muchas propiedades compradas en pleno auge acabaron con hipotecas impagadas y en subasta. ¿La razón? El valor de los inmuebles se desplomó tan rápido que las deudas superaban con creces el valor de las propiedades. De nuevo, se comprobó que, efectivamente, los pisos sí pueden bajar… y mucho.

Hipotecas constituidas anualmente: del boom a la caída

Durante la época del boom, el número de hipotecas constituidas en España alcanzó cifras récord. En 2006, el número de hipotecas formalizadas superó las 1,3 millones. Sin embargo, tras el estallido de la burbuja, esta cifra cayó en picado. En 2013, apenas se formalizaron 200.000 hipotecas, una reducción del 85%. Este dato refleja a la perfección cómo cambió la percepción del mercado inmobiliario y la dificultad de acceder al crédito.

Con la caída de la demanda y el aumento de la morosidad, los bancos comenzaron a endurecer las condiciones para conceder hipotecas. Así, lo que antes era un mercado sobrecalentado se transformó en uno donde conseguir financiación se convirtió en un reto para muchas familias.

Ejecuciones hipotecarias: una cruda realidad

Si hablamos de la otra cara de la moneda, es imposible no mencionar las ejecuciones hipotecarias. En los años posteriores a la crisis de 2008, las ejecuciones hipotecarias se dispararon. Según el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), entre 2008 y 2015 se produjeron más de 600.000 ejecuciones hipotecarias en España, lo que significa que miles de familias perdieron sus viviendas al no poder hacer frente a los pagos.

Este fenómeno afectó de manera significativa a las zonas más turísticas, especialmente aquellas donde la compra de segunda residencia era muy habitual. En la Costa Blanca, por ejemplo, se ejecutaron muchas viviendas compradas por extranjeros, que, al ver cómo su inversión perdía valor, dejaron de pagar sus hipotecas.

Lista de zonas turísticas con alto número de ejecuciones:

  1. Torrevieja (Costa Blanca)
  2. Calpe (Costa Blanca)
  3. Estepona (Costa del Sol)
  4. Rincón de la Victoria (Málaga)
  5. Lloret de Mar (Costa Brava)
  6. Cambrils (Costa Dorada)
  7. Salou (Costa Dorada)
  8. Fuengirola (Costa del Sol)
  9. Denia (Costa Blanca)
  10. Sanxenxo (Galicia)

Estas localidades, muy populares entre turistas y compradores de segunda vivienda, vieron cómo las ejecuciones hipotecarias se multiplicaban debido a la incapacidad de los propietarios para asumir las cuotas de sus préstamos.

La recuperación del mercado (¿y vuelta a la misma historia?)

A partir de 2014, el mercado inmobiliario comenzó a dar señales de recuperación. Los precios, tras tocar fondo, volvieron a subir de manera paulatina. Zonas como Madrid, Barcelona, y regiones turísticas como la Costa del Sol y Baleares experimentaron un repunte notable en los precios de los inmuebles.

Sin embargo, esta recuperación ha sido desigual. Mientras que en las grandes ciudades y algunas zonas costeras los precios se han recuperado, otras regiones, especialmente del interior, todavía no han alcanzado los niveles previos a la crisis. En lugares como Cuenca o Teruel, el valor de la vivienda sigue siendo muy inferior al que tenía en 2007.

Lo que esta evolución nos enseña es que, si bien los pisos pueden subir de precio, también pueden bajar. Y aunque en algunos momentos del ciclo económico parezca que el mercado solo va en una dirección, la historia reciente nos demuestra que hay que tener mucho cuidado con las predicciones a largo plazo.

¿Qué podemos esperar del futuro?

El mercado inmobiliario es cíclico, y lo que hemos visto en los últimos 20 años es un ejemplo perfecto de ello. Tras la crisis de 2008, el mercado se contrajo, para luego volver a crecer a partir de 2014. Sin embargo, las lecciones aprendidas han hecho que tanto los bancos como los compradores sean más cautelosos.

Noticias recientes indican que los bancos están siendo mucho más prudentes a la hora de conceder hipotecas, y los compradores también están analizando con más detalle las condiciones de sus préstamos. Además, factores como la regulación del alquiler turístico en zonas como la Costa Brava o la Costa del Sol pueden tener un impacto significativo en el mercado de la segunda residencia, algo que no se debe pasar por alto.


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