Ah, el amor. Esa fuerza poderosa que nos lleva a hacer locuras, como compartir una cuenta de Netflix, adoptar un perro… ¡y pedir una hipoteca en pareja! Porque claro, si el amor todo lo puede, ¿qué podría salir mal?
En teoría, pedir una hipoteca en pareja es el siguiente paso lógico después de mudarte juntos. Se supone que es un compromiso compartido, una aventura conjunta en la que ambos os apoyáis, con un objetivo común: tener vuestro propio hogar.
¡Ja! Ahora imagina que todo eso se desvanece más rápido que un descuento en el Black Friday y que el 100% de las cuotas las acabas pagando tú solito. ¿Suena divertido? No lo es. Vamos a ver cómo el sueño hipotecario se convierte en un auténtico thriller financiero… con final amargo (y caro).
1. La ilusión inicial: juntos para siempre… y en la cuenta del banco también
Todo comienza de forma maravillosa. En la primera reunión con el banco, estáis cogidos de la mano, sonriendo como si os hubierais ganado la lotería. Soñáis con las cenas románticas en vuestro futuro salón, y ya te ves plantando flores en ese jardín imaginario que, spoiler, nunca tendrás tiempo de cuidar porque estarás trabajando para pagar la hipoteca.
El banco os ve y piensa: “Pareja perfecta, ingresos combinados, todo en orden”. Las matemáticas funcionan: el 50% para ti, el 50% para tu pareja. Firmáis los papeles convencidos de que seréis el team hipotecario que lo hará todo juntos. Qué ternura. Si solo supieras lo que te espera…
2. El principio del fin: la primera cuota que pagas tú solo
Todo parece ir bien hasta que llega la primera cuota. ¡Qué emocionante! Excepto que, de alguna forma, te toca a ti hacer el primer pago. Tu pareja te dice algo como “Este mes voy un poco justo/a, pero el siguiente lo compenso”. Claro, no hay problema, piensas tú. Después de todo, es vuestra casa y sois un equipo, ¿no?
Pues bien, ese mes en que tu pareja iba un poco justo se convierte en varios meses. Y ahí es donde empiezas a notar algo raro. No solo pagaste la primera cuota, sino la segunda, y la tercera… y parece que tu cuenta corriente está empezando a verse más flaca que un bocadillo de aire.
3. Las excusas: del “este mes no puedo” al “es que he tenido un gasto imprevisto”
Las excusas empiezan a aparecer con una rapidez increíble, y cada una es más creativa que la anterior. Aquí te dejo un ranking de las mejores excusas que escucharás mientras cargas con la hipoteca:
- “Este mes tuve que cambiar las ruedas del coche” (a ver si es que se compró un Fórmula 1 y tú no lo sabías).
- “Es que me pasé un poco con la tarjeta de crédito, pero ya en el próximo pago, sin falta” (¿pasarse un poco? La tarjeta debe estar ardiendo).
- “Bueno, al final el trabajo no me ha pagado las horas extras…” (¿será que su trabajo no existe?).
Y así, mes tras mes, tu pareja va aportando su granito de arena… emocional. Porque lo que es económicamente, el único grano de arena que ves es el tuyo.
4. Tú pagando la hipoteca… y tu pareja con nuevos hobbies (¡gratis para ti!)
Mientras tú te rompes la cabeza calculando cómo llegarás a fin de mes, de repente te das cuenta de que tu pareja ha encontrado nuevos hobbies. Porque, claro, mientras uno paga, el otro tiene tiempo para desarrollar nuevas aficiones. Aquí van algunos clásicos:
- Yoga en casa (totalmente gratis, pero solo después de comprarse una colchoneta de 200 euros).
- Cursos online de cosas muy útiles como “Tejido con macramé para expertos” (que seguro utilizarás… nunca).
- Clases de cocina (que tampoco sabes dónde te salieron tan caras si solo has visto un par de tortillas en la mesa).
El problema es que, mientras tu cuenta del banco parece una pista de hielo (resbaladiza y fría), los nuevos pasatiempos de tu pareja siempre implican algún tipo de gasto. Pero, claro, cuando llega la hora de pagar la hipoteca… «Uy, es que este mes estoy un poco justo/a, cariño». ¿Casualidad? No lo creo.
5. La visita al banco: «¿Qué significa que estoy a cargo del 100%?»
A medida que los meses pasan y sigues siendo el único pagador, empiezas a pensar que hay algo que no encaja. En algún momento decides dar el paso más temido: ir al banco a hablar de la hipoteca. Es aquí donde el empleado del banco, que tiene una expresión entre lástima y diversión, te dice:
“Bueno, a efectos prácticos, ahora mismo tú eres el único responsable de la hipoteca, ya que los pagos se están haciendo desde tu cuenta”.
Es en ese instante cuando el sudor frío te recorre la espalda y empiezas a preguntarte cómo es que la casa sigue siendo de los dos, pero tú eres el único que la está pagando. Algo no cuadra, pero ahí estás, atrapado en esta espiral de pagos y excusas.
6. El dilema emocional: ¿le dices algo o sigues fingiendo que todo va bien?
Llegamos al punto crítico. Después de meses de cargar con la hipoteca tú solo, tu paciencia empieza a agotarse. Y claro, aquí es donde tienes dos opciones: o hablas claro con tu pareja… o sigues fingiendo que todo va bien.
La conversación suele ser algo así:
- Tú: «Cariño, necesitamos hablar de la hipoteca».
- Pareja: «Uy, justo este mes tenía pensado empezar a aportar más, pero mira, he tenido un gasto inesperado…».
Ya te sabes la historia de memoria, pero tienes miedo de tensar la relación. Porque claro, ¿qué es más importante, el dinero o el amor? (Spoiler: en este caso, el dinero importa bastante).
7. El drama final: cuando te das cuenta de que siempre fuiste tú solo
Al final, la cruda realidad es que estás pagando una casa que, técnicamente, es de los dos… pero en la práctica, es solo tuya. Lo que empieza como un esfuerzo compartido, termina siendo un maratón en el que corres tú solo, mientras tu pareja te aplaude desde la línea de meta (sin aportar ni un euro).
Y aquí es cuando te enfrentas a la dura pregunta: ¿sigues adelante con la situación, rezando para que un día todo cambie (aunque ya sabes que no lo hará)? ¿O decides poner las cartas sobre la mesa y asumir que algo tiene que cambiar?
8. El destino turístico ideal: solo para ti
Si después de todo este viaje infernal decides cambiar de aires, te sugiero mirar hacia algunas de las zonas turísticas más bonitas de España… sin tu pareja, claro. Aquí tienes un pequeño listado de lugares donde podrías empezar de nuevo, solo o con alguien dispuesto a compartir algo más que las fotos en Instagram:
- Benasque (Pirineo de Huesca): Si quieres olvidarte del caos y disfrutar de la naturaleza en su máximo esplendor, este es tu lugar. Además, las casas por aquí tienen el mismo problema de siempre: la hipoteca la pagas tú, pero la disfrutan todos tus amigos que vienen a hacer senderismo.
- Santander (Cantabria): Perfecto si amas el mar, pero te gusta la brisa fría que te recordará al frío que sientes cuando te toca pagar solo.
- Lloret de Mar (Girona): Aquí puedes reflexionar mientras disfrutas del bullicio y la vida nocturna… aunque si piensas mudarte aquí, ten claro que la fiesta solo la pagas tú, como de costumbre.
9. ¿Solución? Asegúrate de que todo se paga a medias (o al menos intenta no ser tú siempre el pringado)
Antes de meterte en un lío hipotecario, asegúrate de tener todo claro desde el principio. Hablad de cómo vais a repartir los pagos, y si alguien falla, que haya consecuencias. Lo ideal es que los dos seáis responsables… pero si ya estás en la situación de cargar con todo, ¡es hora de hablar!
Y si todo esto te suena demasiado familiar y sientes que te han dejado con todo el marrón financiero… puedo ayudarte a salir de esta. No estás solo en la batalla, y con los consejos adecuados, puedes salir de esta situación sin acabar peor que al principio.