“El capitalismo es el peor sistema económico… salvo todos los demás que se han probado.” — Paráfrasis de Winston Churchill con whisky en la mano y Rolex en la muñeca.
Hace poco, Ricky Rubio, el chico de El Masnou que llegó a la NBA con cara de no haber terminado el Bachillerato pero con el bote más rápido de Europa, declaró públicamente que se había equivocado al irse a la NBA y hacer tantos anuncios. Le pesa. Se arrepiente. Y no le compensa, dice, haber ganado más de 150 millones de euros como jugador profesional.
Sí, has leído bien: 150 millones de euros. Una cifra que no solo le sitúa por encima del 99,999% de los humanos en términos de ingresos, sino que además le permite hacer autocrítica del sistema que le permitió llegar a ese estatus… desde la comodidad de quien ya ha cobrado todos los cheques.
Y así entramos en la fascinante categoría de los millonarios arrepentidos. Aquellos que suben al Everest del capitalismo en helicóptero, para después desde la cima lanzar piedras al mismo sistema que les ha llevado hasta allí. Porque ya sabemos que desde la cima se ve el mundo más pequeño… y parece más fácil juzgarlo.
De la cancha al púlpito: profetas del capitalismo culpable
La historia de Ricky Rubio no es única. Forma parte de una saga creciente de personajes públicos que, tras haberse forrado bajo las reglas del libre mercado, deciden transformarse en críticos morales del sistema. Como si la conciencia de clase viniera con efecto retroactivo.
- Joaquin Phoenix protesta contra el consumo excesivo mientras cobra millones por promocionar perfumes de lujo.
- Rosalía canta a la clase obrera vestida de Balenciaga.
- Jean-Paul Sartre, defensor del marxismo, escribía desde su piso burgués en París.
- Charles Chaplin, crítico del sistema, vivía en Suiza en una mansión y conducía un Rolls-Royce.
La incoherencia no es nueva. Ya en el siglo XIX, Friedrich Engels, coautor de El Manifiesto Comunista, financiaba sus escritos revolucionarios con los beneficios de la fábrica textil de su padre. Desde su despacho en Mánchester lanzaba proclamas contra el capitalismo… mientras cobraba dividendos de la plusvalía obrera.
¿Y el sistema qué? Pues funciona (con matices)
Criticar el capitalismo es casi un deporte olímpico. Pero no olvidemos algo elemental: es el único sistema que ha conseguido reducir la pobreza global de forma sistemática.
Datos que no lloran:
- En 1820, el 90% del planeta vivía en pobreza extrema. Hoy, es menos del 10%.
- Corea del Sur, destruida tras la guerra, apostó por el mercado libre. Hoy exporta desde Samsung hasta series de Netflix.
- En 1989, el alemán del Este conducía un Trabant; el del Oeste, un BMW. Fin del experimento.
El capitalismo tiene defectos. Pero también tiene algo que ningún otro sistema ha logrado: permitir que alguien como Ricky Rubio, sin apellido nobiliario ni fortuna heredada, acabe invirtiendo en edificios, fondos y campañas publicitarias de multinacionales.
Y aquí viene la gran contradicción: una vez dentro del sistema, hay quien quiere cerrarle la puerta al resto. “Yo ya he subido. Ahora toca quejarse del ascensor.”
El comunismo real: ni Netflix ni sushi
Vale, el capitalismo no es perfecto. Pero conviene recordar que el comunismo real ha sido mucho peor.
- La URSS produjo más muertos que novelas. Los gulags no eran resorts.
- Cuba tiene médicos, sí, pero sigue con coches de 1957.
- Venezuela tiene petróleo, pero no papel higiénico.
Y lo más llamativo: ni los defensores del comunismo viven en regímenes comunistas. Todos usan iPhones, compran en Amazon y tuitean contra el capitalismo desde cafeterías hipster con WiFi gratis.
También hay que recordar a Che Guevara, convertido en icono antisistema gracias a una camiseta fabricada en serie por empresas… capitalistas. El hombre que luchó contra el mercado libre es hoy uno de sus productos más rentables.
El club de los incoherentes históricos (y glamorosos)
No podemos dejar fuera de este desfile a Bertolt Brecht, dramaturgo alemán que escribió contra el capitalismo… desde su piso con servicio doméstico en Berlín Este.
O George Bernard Shaw, que alabó públicamente al régimen soviético tras una visita organizada —lo que hoy llamaríamos un viaje de prensa con guion. Shaw volvió encantado… tras haber sido agasajado con caviar y chófer, mientras al pueblo le repartían patatas hervidas con suerte.
Más reciente: Naomi Klein, autora de No Logo, crítica feroz de las marcas… que vendió cientos de miles de ejemplares distribuidos por Penguin Random House, una multinacional con acciones en bolsa.
Las contradicciones son tan evidentes que a veces no hace falta señalarlas. Simplemente se escuchan.
¿Perfecto? No. ¿Mejor que el resto? Sí.
El capitalismo genera desigualdades. Tiene crisis, abusos, excesos y Amazon entregándote un cargador en cuatro cajas. Pero también permite la innovación, la movilidad social y el mérito.
- Amancio Ortega pasó de coser batas a liderar un imperio global.
- Leo Messi, hijo de una familia obrera, acabó siendo embajador de Rolex.
- Ricky Rubio, como ya sabemos, ganó 150 millones… y luego se convirtió en Buda con zapatillas.
¿Se puede reformar el sistema? Claro. ¿Dinamitarlo? Solo si quieres volver a usar vales de racionamiento y mirar con nostalgia la estantería vacía del supermercado.
Epílogo para millonarios arrepentidos (y para los demás también)
Es comprensible tener dudas existenciales. Todos nos planteamos si deberíamos haber dedicado más tiempo a la familia o menos al trabajo. Pero de ahí a renegar de un sistema entero desde la comodidad que dicho sistema te ha proporcionado… hay un trecho.
👉 Si te has forrado con el capitalismo, al menos no le escupas al plato. Sobre todo si ese plato es de porcelana japonesa y cuesta 700 euros.
Como dijo Milton Friedman:
“Nadie gasta el dinero de otro con tanto cuidado como gasta el suyo propio.”
Y eso, Ricky, también aplica a las ideas.
📩 Por si lo que te preocupa no es el capitalismo, sino ese piso con cuatro herederos y una hipoteca…
Aquí no prometemos salvar el mundo, pero sí resolverte el marrón.
Soy Juan Carlos Calvo, mediador especializado en propiedades complicadas: ejecuciones, proindivisos, inmuebles con cargas, fondos de inversión… Lo que para otros es un problema, para mí es rutina.
He colaborado con entidades como Hipogés, Finsolutia, EOS, Hoist, Axactor, Copérnicus, Hispania, Link, Pepper, Servihábitat y Gescobro, y siempre busco soluciones profesionales, legales y rápidas para todas las partes.
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Porque criticar el sistema es muy fácil. Pero resolver lo que hay que resolver… eso ya es otra liga.